EL ENCUENTRO DE DOS GRANdes GENIOS
La historia de Enrique Gran, el pintor, y Vicente Millás, el ingeniero, es una de esas que enamoran por su curiosidad y su amistad a partes iguales. Ambos hombres destacaban en sus respectivos campos, pero fue gracias a un fenómeno extraterrestre llamado Ummo que sus caminos se cruzaron.
Millás vivía en el barrio de La Prosperidad de Madrid, donde había montado su propia empresa de aparatos técnicos y médicos.
En los años 60, La Prospe era un popular y concurrido barrio, en el que se encontraban artesanos, profesionales y tiendas tradicionales con todo tipo de productos. La calle más importante era López de Hoyos, originalmente era la carretera de conexión entre el pueblo de Hortaleza con la gran urbe.
En los años 60 y en esta calle a la altura del número 140, frente a un quiosco de periódicos, llamaba la atención una moderna tienda de punto y ropa para mujer cuya propietaria era Isabel.
Isabel tenía cierta relación con la familia de Vicente, ya que su esposa y su hija mayor eran clientas de Isabel. Isabel era una señora elegante que vestía moderna y señorial, tenía varios pequeños perros pequineses, llamaba la atención el parecido de Isabel con sus pequineses, los perros jugaban por la tienda o dormitaban al sol detrás del escaparate.
Isabel era una mujer exquisita, con una habilidad única para el diseño y la costura, pero además tenía un secreto muy bien guardado: mantenía contacto con los Ummitas, habitantes de un exoplaneta denominado Hummo, era una civilización tecnológicamente muy avanzada respecto a la situación en la Tierra.
En aquella época, los contactos entre terrícolas y Ummitas eran frecuentes, los creyentes en el fenómeno se reunían semanalmente en el Café Lion, cerca de Cibeles, para asistir a las tertulias de La ballena alegre donde los componentes de la sociedad, Amigos del espacio, compartían la información y novedades de sus contactos con los extraterrestres.
Enrique Gran, también era uno de los elegidos por los Ummitas para mantener contactos en los que revelaban sus conocimientos.
Enrique tenía un problema para pintar sus cuadros pues desarrolló cierta alergia a las pinturas y disolventes utilizados por los pintores, de forma que solía pintar, con ciertas dificultades, al aire libre en la terraza superior del edificio donde vivía.
Posiblemente Enrique, en sus contactos con los Ummitas, esperaba que esa civilización extraterrestre tan avanzada pudiera dar una solución a su problema, pero aun no dándole una solución directa si que le orientaron a la solución definitiva de su problema.
En las tertulias del café Lión debieron conocerse Enrique e Isabel, esta última al conocer el problema del pintor, le sugirió que contactara con Millás, pues ella sabía que en los talleres de Millás se inventaban y fabricaban varios tipos de aparatos dedicados en su mayor parte al mundo de la medicina.
Fue así como Isabel estableció el contacto entre el pintor y el inventor, parcialmente debido a ese fenómeno OVNI denominado Ummo.
Enrique contactó con Vicente a quien explicó su problema, Vicente empezó a pensar en el asunto buscando diversas soluciones al reto, durante este tiempo Enrique visitaba el hogar de la familia Millás, conociendo a su esposa y parte de sus hijos, allí en aquellas veladas Enrique contaba con detalle parte de sus experiencias y contactos con los Ummitas, mientras la familia Millás escuchaba detenidamente y de forma escéptica dichas aventuras, el disfrute era mutuo y uno de los hijos de Vicente recuerda el apetito del pintor, Enrique era un hombre grande, con una calva avanzada, muy expresivo y no paraba de hablar, contagiaba cariño y simpatía, era una persona que se la empezaba a querer de forma rápida, inspiraba mucha confianza y a pesar de sus relaciones con los Ummitas y su gran cuerpo, no transmitía sensación alguna de miedo, sino más bien todo lo contrario.
La familia de Vicente y el propio Enrique entablaron una entrañable amistad que se mantuvo durante años.
Finalmente, Vicente fabricó un a escafandra que se acoplaba a la cabeza del pintor, dicha escafandra estaba conectada a una aspiradora doméstica con potencia regulable, mediante un tubo traqueal quedaba conectada a la escafandra extrayendo el aire de la misma, otro tubo se ocupaba de hacer llegar el aire fresco a la escafandra, ambos tubos disponían de válvulas unidireccionales que garantizaban el flujo correcto del aire.
Cuando el pintor pintaba en un habitáculo cerrado, debería llevar los dos tubos traqueales con el aspirador al exterior a través de una ventana, de forma que entrase aire limpio y la espiración se produjera también en el exterior.
Así fue como Enrique Gran pudo desarrollar su profesión sin limitación alguna.
Después de la amistad surgida entre Enrique y la familia Millás, para Vicente suponía un problema poner precio al artefacto, ya que se componía de una antigua aspiradora doméstica, unos tubos de limpia fondos para piscina, un cubo de basura invertido con un volante inferior para ajustar al cuello y un visor transparente que tapaba la ventana practicada en el lateral del cubo, de forma que Enrique en agradecimiento además de su cariño, amistad y maravillosas veladas, regaló a la familia tres preciosos cuadros creados por ese “gran” hombre a la familia Millás.
Así pues, esta es una bella historia real en la que un “gran” pintor y un “gran” inventor, dos grandes hombres, se juntaron gracias a una tienda de modas y la participación de extraterrestres para hacer un mundo mejor ayudándonos mutuamente.
Que Enrique, Vicente e Isabel descansen en paz.
Agradecimientos a Francisco Millás por su colaboración y aportación del fondo documental.
WIKIPEDIA:
https://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Mill%C3%A1s_Mossi
Diccionario Biográfico Electrónico de la Real Academia de la Historia:
https://dbe.rah.es/biografias/vicente-millas-mossi
El encuentro entre Enrique Gran y Vicente Millás fue recogido y publicado por el escritor Juan José Millás en el libro «Cuerpo y próstesis», editado por el País Aguilar en 2000