Los «niños» de Gran. Begoña Merino Gran (2009)
Texto realizado con motivo del «Año Gran», programación de actos y exposiciones homenaje a Enrique Gran en el X aniversario de su fallecimiento.
LOS «NIÑOS» DE GRAN
Enigmático, visionario, bohemio, sobrio, silencioso, irónico, virtuoso, inteligente, independiente, excepcional, trascendente, vigoroso, mágico, melancólico, sorprendente, atemporal, desbordante, insólito, revelador, misterioso, libre, neorromántico, delirante, intrasíquico, genial…,” pintor”.
Son algunos de los calificativos escogidos por grandes nombres del arte y la cultura de nuestro país, como Francisco Calvo Serraller, Antonio Bonet Correa, Francisco Nieva, Santiago Amón, Juan José Millás, Antonio López, José Hierro, o Victor Erice…, para definir a Enrique Gran, al que conocieron y con el que en algunos casos compartieron grandes momentos tras dejar su Cantabria natal.
Pero la génesis de este referente de la pintura española del siglo XX, estaba ya latente en un dibujante obsesivo que llegó a Madrid con la ilusión de dibujar historietas.
Desde “Flechas y Pelayo”, a los “Tres caballeros” de Walt Disney, así como los pequeños mundos de sus propios personajes recurrentes, no sólo le condujeron por un curioso camino al “ARTE con mayúsculas”, sino que coexistieron con su pintura más monumental a lo largo de toda una trayectoria vivida por y para el arte.
Cada emoción, situación, inquietud, angustia…, quedaban inmortalizadas por Gran a modo de apunte o viñeta. Lo mismo una servilleta, que una hoja de periódico o una oportuna puerta de armario, le sirvieron de soporte para dar continuidad a esa obsesión paralela que para él era el mundo del cómic. Hasta tal punto que no puede entenderse a Enrique Gran sin ahondar en su faceta más íntima y reveladora, que describe de forma insuperable su complejo mundo interior.
Su marcado y peculiar sentido del humor, su particular romanticismo y su gusto por “jugar a lo excesivo” en la vida cotidiana, explican las contrapuestas temáticas de sus dibujos tan llenos de ironía, ternura o “monstruosidad”, protagonizadas por seres que el propio Gran describe con estas palabras… Y en cuanto a esos individuos que suelo pintar, son inquilinos de su propia atmósfera, y los tipos más distorsionados humanoides que “siendo y no siendo”, generan su luz y su sombra.
Cuantos le conocieron íntimamente sabían de este “chorreo” artístico, que más que una forma de expresión era una necesidad de desdramatizar e ironizar sobre el sentido de la vida. A pesar de ello, tan importante parcela de su expresión artística, permaneció inédita hasta el 2005, seis años después de su fatídico y casi novelesco fallecimiento, sorprendiendo tanto a los más fanáticos seguidores de su pintura como al público en general.
A este especial talento se refirió recientemente Antonio López, en uno de los encuentros que el Ateneo de Santander dedicó a su memoria dentro de los actos del “AÑO GRAN “que diversas instituciones de dentro y fuera de Cantabria han programado para conmemorar el X aniversario de su fallecimiento. En una magnífica intervención, el pintor de Tomelloso se preguntaba “de qué modo tan natural desde sus inicios de pintor, Gran extraía tanta intensidad, conocimiento y fuerza expresiva, que lo subrayaban ya como un artista deslumbrante, capaz de volver a la figuración mejor a su juicio que el propio Picasso”.
Por último, insistir que el interés de Enrique Gran por el mundo del cómic, no sólo no era algo anecdótico dentro de su universo creador, sino que su trayectoria no puede entenderse realmente sin la presencia de sus dibujos o “sus niños”, como él acostumbraba a llamarlos, de los que bien se podría decir que son lo cotidiano hecho arte o la genialidad de hacer del arte algo cotidiano.
Begoña Merino Gran. Presidenta de la Fundación Enrique Gran
Santander, 7 de enero de 2009