Siete Colores Contados Fernando Zamanillo Peral (2009)
Exposición colectiva organizada por la Obra Social de Caja Cantabria en el Palacio de Caja Cantabria en Santillana del Mar (Cantabria).
ENRIQUE GRAN
“Mis cuadros describen, pienso, estados anímicos,
y esta naturaleza nos habla en silencio lo mismo
que un humano “habla” dormido o estando bien
muerto. Mirándolos he podido sentir el tiempo
bonancible y también he llegado al convencimiento
de que nos muestran el drama de las cosas sin alma,
formas y fenómenos de una naturaleza que aún no
tiene nombre. En algunos cuadros he identificado
la energía fundiéndose en estallido sordo con otros
elementos. Y en cuanto a esos individuos que suelo
pintar, son inquilinos de su propia atmosfera, y los
tipos más distorsionados humanoides que siendo
y no siendo, generan su luz y su sombra”.
Enrique Gran
Este pensamiento del artista sobre su propia obra refleja muy bien su personalidad pacífica, serena, como alejada de las vicisitudes mundanas y, sin embargo, muy sociable y plenamente emisora de la propia bondad que le defina. Más también una persona que creía en otras fuerzas, no precisamente trascendentes, sino cosmogónicas y panteístas, que asimismo superan nuestra limitada razón.
Enrique Gran no fue un artista al que traté mucho mientras vivió, pero eso no me impidió valorar su personalidad en el sentido antes descrito:
Recuerdo que fue uno de los primeros pintores, que entonces denominábamos montañeses, a cuya inauguración de exposición acudí encontrándome fuera de Santander. Fue en la Galería Juana Mordó, de Madrid, en 1972, en el último año de mis estudios universitarios.
Recuerdo también cuanto me gustó su pintura y cómo me atrapó, en el sentido casi mágico de una realidad que fácilmente hemos querido denominar abstracta, por sernos incomprensible su significado. Una representación formal de unos paisajes y figuras irreales, de significado impenetrable, a los que el pintor dotaba de alma y de una fuerza generativa que, cuadro tras cuadro, iban completando, en sus diferenciadas transformaciones, un mundo interior pleno, en aspecto y referencias, de fuerzas telúricas.
Su bondad manifiesta, su suave ironía en el trato y su alegre estar aparentemente retraído y, sin embargo, muy conversador, escondían un alma inquieta que buscaba a través de su pintura un sentido del mundo más allá de la realidad casi siempre banal del mismo. Podemos decir con toda claridad y acierto que su pintura representaba lo sublime de la naturaleza en su origen y nacimiento, en su formación más primigenia, o puede que también en su final casi apocalíptico, y siempre esa energía fundiéndose en estallido sordo con otros elementos, de la que hablaba el artista. A fin de cuentas, un pintor de sentimiento y representación románticos que, buscando al principio de sus estudios el cómic, acabó creando un mundo pictórico tan irreal e innominable en su apariencia, pero profundamente humano en su esencia.
Fernando Zamanillo Peral