El arte y la humanidad de Enrique Gran. José Luis Ocejo (2004)
Texto recogido en el libro “El hacedor de sueños”, publicado con motivo de las exposiciones homenaje a Enrique Gran. Centro Cultural Caja Cantabria, Santander, 2005. Palacio de Caja Cantabria, Santillana del Mar, Cantabria, 2005. Centro de Estudios Lebaniegos (Iglesia de San Vicente), Potes, Cantabria, 2005.
EL ARTE Y LA HUMANIDAD DE ENRIQUE GRAN
José Luis Ocejo. Director del Festival Internacional de Santander.
Texto extraído del libro “El hacedor de sueños”, publicado con motivo de las exposiciones homenaje a Enrique Gran.
Centro Cultural Caja Cantabria, Santander. 2005
Palacio de Caja Cantabria, Santillana del Mar, Cantabria, 2005
Centro de Estudios Lebaniegos (Iglesia de San Vicente), Potes, Cantabria, 2005
- Treinta ediciones del Festival Internacional de Santander y mi tercer año como su director. Enrique Gran, a quien yo admiraba desde hacía tiempo, fuero el autor del cartel. Gran aficionado a la música, recibí el encargo con la ilusión que siempre ponía en las cosas que amaba, y que le empujó a venir una y otra vez a la oficina para mostrarme los primeros bocetos de lo que después sería una hermosa sirena convertida en violinista frente a un idílico mar, sin duda, el de nuestra bahía. Después, me propuso, junto con su amigo y también pintor Manolo Maleras, coordinar una gran muestra de pintura al aire libre con jóvenes artistas, y ennoblecer así las desgastadas y poco estéticas pareces exteriores de la Plaza Porticada. Durante dos años consecutivos dirigió con entusiasmo aquella iniciativa en el recinto que, por la noche, le acogía invariablemente como un espectador más. Y es que Enrique amaba la música hasta el punto de necesitarla constantemente para pintar sus cuadros.
Le recuerdo nítidamente como era, alto, muy alto, con su eterna gorra azul, sus grandes manos y su sonrisa de niño tímido, ajeno a corrientes o modas pictóricas que, creo, interiormente, despreciaba. Sus cuadros eran su vida y conservarlos era, para Enrique, su mayor riqueza e ilusión. Venderlos era par el un sufrimiento, salvo, me dijeron una vez, si poda seguir su rastro para poderlos contemplar de nuevo de vez en cuando. Su pintura, para mí, no tiene semejanza a ninguna otra, y yo la admiraba profundamente. Me atrapaban aquellas “células madre” que a veces me parecían caracolas, de las que crecían formas que, como enormes brazos, tentáculos, rayos o espirales, le ofrecían la oportunidad de mostrarnos su gran dominio de la luz y el color.
Un da también le pedí unos pequeños bocetos para un cuadernillo conmemorativo de la Coral Salvó. Vino a verme durante alguna de sus habituales estancias en Santander, trayendo consigo varios folios de papel corriente que me mostró diciéndome: Mira, he hecho algunas “borrajetas” para que elijas la que más te guste. Y esas “borrajetas” como él decía, eran pequeños dibujos hechos en tinta negra, que, a modo de espirales, representaban oníricamente el canto de la Coral. Me quedó con todas con gran sorpresa suya, pues, en su habitual humildad, no entendía como podían gustarme tanto eso que para él no eran más que meros y divertidos “garabatos”. Garabatos, o, mejor, “borrajetas” que, claramente, habían salido de la mano de un artista.
Enrique Gran poco después se nos fue en silencio, sin querer, como pretendía siempre, estorbar a nadie, y, seguramente también, con su sonrisa de niño tímido, pero su arte, y sobre todo su gran humanidad, le mantendrán siempre vivo en el recuerdo y en la admiración de todos.
José Luis Ocejo. Director del Palacio de Festivales de Santander
Santander, 30 de diciembre de 2004